Al igual que con otros combustibles como el gas natural o la gasolina, la seguridad es uno de los temas primordiales a tener en cuenta en el uso del hidrógeno. La seguridad debe ser considerada en todos los aspectos del ciclo energético del hidrógeno: producción, transporte, almacenamiento y distribución, y utilización. Por ello es necesario disponer de normas, códigos y reglamentos técnicos relativos al uso del hidrógeno y las pilas de combustible. Alguna de estas normas se puede encontrar en los siguientes enlaces:
La combustión de hidrógeno puro produce, exclusivamente, calor y agua. Al no generarse carbono y debido a la presencia del vapor de agua (que absorbe calor), un fuego producido por hidrógeno tendría menor poder de dispersión de calor que el fuego producido por un hidrocarburo.
El hidrógeno tiene un rango de inflamabilidad muy amplio (entre el 4% y el 74% de concentración en el aire) y requiere muy poca energía (0.02 mJ) para iniciar la combustión. Como ejemplo, en concentraciones inferiores al 10% la inflamabilidad es similar a la del gas natural o la gasolina ampliamente utilizados en todo tipo de situaciones y aplicaciones en el día a día.
En el caso del hidrógeno, el riesgo de una explosión es mucho menor que otros combustibles más habituales ya que se vuelve explosivo en concentraciones entre el 18,3% y el 59% En comparación, los vapores de gasolina pueden explotar en concentraciones de poco más del 1%. A esto hay que añadir que, mientras el hidrógeno tiende a subir y dispersarse en el ambiente, otros gases más pesados como el propano o los vapores de la gasolina tienden a acumularse cerca del suelo, lo que aumenta el riesgo de una explosión.
Por último, es importante recordar que el hidrógeno no es tóxico ni contaminante, no mancha, no huele, y con la tecnología actual, su producción no perjudica al medio ambiente.